Hay innumerables formas en las que el sistema alimentario mundial se pondrá a prueba y causará tensión en las próximas semanas y meses. La mayoría de las apreciaciones actuales prevén en general una contracción tanto en la oferta como en la demanda de productos agrícolas, y señalan posibles interrupciones en el comercio y la logística. Los grupos vulnerables incluyen a los pequeños agricultores, a quienes se les puede impedir trabajar su tierra, acceder a los mercados para vender sus productos o comprar semillas y otros insumos esenciales.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), una de las consecuencias de la pandemia será un menor suministro de productos como fertilizantes, pesticidas y semillas, que probablemente reducirán los rendimientos más adelante en el año. En México, los pequeños agricultores dependen en gran medida de estos insumos. Esta alta dependencia de pesticidas y fertilizantes comerciales y la presión derivada de su escasez podrían reducirse al adoptar opciones ecológicas como el control biológico de plagas y el uso de fertilizantes naturales. La promoción de los bancos comunitarios de semillas no solo reduciría la dependencia de los agricultores de las semillas comerciales, sino que también promovería el uso de semillas locales que se adapten mejor a los patrones climáticos cambiantes.

Por otro lado, la agricultura de precisión podría proporcionar una reducción de costos para los agricultores que luchan por llegar a fin de mes y enfrentan enfermedades o restricciones de cuarentena. Los agricultores mexicanos dependen en gran medida de los insumos laborales y están particularmente expuestos al COVID-19.

La pandemia afectará a todos los elementos del sistema alimentario, desde el suministro primario pasando por el procesamiento, el comercio y los sistemas logísticos nacionales e internacionales, hasta la demanda intermedia y final. En México, las cadenas productivas dependen en gran medida de intermediarios independientes. Las cadenas de valor bien integradas y coordinadas, con una estrecha participación de todos los eslabones de la cadena productiva y centrados en los mercados locales, garantizarán un proceso más estable para todas las partes interesadas.

Los agricultores en América Latina no solo están produciendo con altas tarifas de deuda, sino que sus tasas de interés son significativamente más altas que en los países de altos ingresos. Por lo tanto, están más expuestos a un posible impacto en el costo del capital, que puede surgir de los cambios en las tasas de interés. Los mecanismos financieros diseñados específicamente para los pequeños agricultores podrían ayudar a aliviar esta situación.