En México, la agenda de financiamiento sostenible ha cobrado fuerza en años recientes, integrando compromisos ambientales y financieros cada vez más ambiciosos. En 2022, el país ratificó el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal, con la meta de conservar el 30 % de su territorio para 2030¹. Para movilizar recursos hacia ese objetivo, el Programa BIOFIN del PNUD y la Secretaría de Medio Ambiente diseñaron un Plan Nacional de Financiamiento para la Biodiversidad, que propone instrumentos innovadores como bonos verdes temáticos, seguros paramétricos y líneas de crédito adaptadas a la conservación productiva¹. 

En el plano financiero, México ha dado pasos concretos: en 2023 publicó su Taxonomía Sostenible, que reconoce la agricultura sostenible y el café agroforestal como actividades verdes elegibles para inversión². Desde 2020, la Estrategia Nacional de Finanzas Sostenibles y los nuevos lineamientos de la CNBV han impulsado al sistema financiero a incorporar criterios ASG (ambientales, sociales y de gobernanza) ³. Gracias a este entorno normativo, el país ha emitido bonos pioneros, como el bono soberano ODS (2020) por 890 millones USD. Sin embargo, la canalización efectiva de recursos hacia actividades sostenibles sigue siendo un desafío: por cada peso de ingreso fiscal verde recaudado, México obtiene 59 pesos de actividades contaminantes⁴. 

En Chiapas, estado de alta biodiversidad y fuerte vocación cafetalera, se han implementado políticas que sientan las bases para vincular biodiversidad con acceso financiero. Desde 2017, la Ley de Desarrollo Rural Sustentable reconoce al café como cultivo eje de la agroecología y propone fondos específicos para su fortalecimiento. El Plan Estatal de Desarrollo 2019–2024 contempla esquemas de crédito diferenciados para la caficultura sostenible, y una reforma de 2020 habilitó fideicomisos de garantía agropecuaria con participación público-privada⁵⁶. 

Estos avances se complementan con programas federales como Producción para el Bienestar y con fondos internacionales como el GEF, que canaliza recursos a proyectos agroforestales en regiones prioritarias. En paralelo, nuevos instrumentos financieros como el crédito “Cosechando Soberanía” (2025) ofrecen financiamiento entre $30,000 y $1,300,000 MXN, con tasa preferencial de hasta 4.5 % anual, pagos al final de la cosecha y seguro agropecuario incorporado⁷. También establece un precio mínimo garantizado respaldado por FIRA, reduciendo el riesgo de volatilidad en ingresos para pequeños productores⁷. 

Las cooperativas son actores clave del ecosistema financiero rural, desempeñando un rol fundamental como intermediarias financieras. Muchas gestionan coberturas de precio mediante contratos forward, como en el caso de Comon Yaj Noptic o Tzeltal-Tzotzil, que también operan Sistemas Participativos de Garantía (SPG). Estos sistemas certifican prácticas agroecológicas sin necesidad de auditorías externas, permitiendo que más de 300 productores accedan a mercados diferenciados con mejores precios⁸⁹. 

Además de la banca de desarrollo (FIRA, FND), los pequeños productores acceden a crédito a través de un ecosistema diverso de entidades locales: uniones de crédito, cajas rurales, cooperativas de ahorro (SOCAP) y financieras populares (SOFIPO). Estas instituciones otorgan microcréditos entre $5,000 y $50,000 MXN, con tasas que oscilan entre 24 % y 30 % anual, aunque su cobertura sigue siendo limitada. Las garantías públicas, como FONAGA ProBienestar, permiten cubrir hasta el 70 % del saldo en caso de impago para quienes reciben apoyos federales, incentivando el crédito sin exigir colaterales onerosos¹⁰. 

La inclusión tecnológica también avanza. Fintechs como Verqor ofrecen créditos en especie a productores sin historial bancario, financiando insumos al inicio de la temporada y recibiendo el pago al final de la cosecha. Este modelo ha permitido que el 55 % de sus usuarios accedan por primera vez a crédito formal¹¹. Otras plataformas como Agree o ePesos Agro usan big data para evaluar riesgo y conectar productores con financiamiento adaptado al sector rural. 

En cuanto a la inversión privada, actores como Root Capital han canalizado más de 3 millones USD en cooperativas chiapanecas desde 2010, combinando crédito en dólares al 8–10 % con asistencia técnica. En el caso de Comon Yaj Noptic, esta inversión permitió crear fondos internos, acceder a mercados internacionales y aumentar los ingresos en un 25 %, equivalente a más de 6,000 pesos adicionales por cosecha¹². 

Aunque México aún no ha emitido un bono de biodiversidad, ya existen propuestas y condiciones técnicas para hacerlo. El Plan de Financiamiento de la Biodiversidad plantea su viabilidad, y entidades como el FMCN —que ha canalizado más de 18 millones USD a proyectos agroforestales en Chiapas— podrían actuar como vehículo de estructuración. Para lograrlo, es clave agrupar proyectos pequeños en portafolios más robustos que resulten atractivos para inversionistas institucionales¹³. 

También comienzan a explorarse los créditos de biodiversidad: instrumentos similares a los bonos de carbono, pero centrados en resultados de conservación. Aunque aún no existe un mercado regulado en México, se evalúa su potencial en contextos como cafetales de sombra o sistemas agroforestales certificados¹⁴. En paralelo, los programas de Pagos por Servicios Ambientales (PSA) de CONAFOR han transferido más de 4,000 millones de pesos a comunidades rurales entre 2010 y 2020, y existen propuestas de tokenizar los servicios ecosistémicos para atraer inversión privada¹⁵ ¹⁶. 

El camino para escalar estas iniciativas aún enfrenta retos importantes: baja bancarización (solo el 18 % de los caficultores en Chiapas accede a crédito formal¹⁷), falta de garantías, altos costos financieros y limitada oferta adaptada al ciclo productivo agrícola. Pero las soluciones existen, y están emergiendo. Desde garantías públicas y fintechs rurales, hasta SPG y cooperativas bien estructuradas, el ecosistema está comenzando a alinearse hacia una nueva etapa de inclusión y sostenibilidad financiera. 

La biodiversidad se cuida con conocimiento, con acción y con confianza. En Chiapas, los cafetales de sombra y las manos que los cultivan nos recuerdan que cada peso invertido en sostenibilidad es una semilla de futuro. Este trabajo nos enseña que las finanzas pueden ser una herramienta de cuidado. 

Desde Fundación Capital creemos que cuidar la biodiversidad también significa fortalecer la vida y los medios de quienes la protegen. Cada avance en inclusión financiera y sostenibilidad en el agro chiapaneco demuestra que es posible tejer puentes entre la conservación y el bienestar rural. Invitamos a quienes comparten esta visión a sumar esfuerzos: juntos podemos hacer que el financiamiento para la biodiversidad florezca en más territorios, impulsando comunidades resilientes, productivas y sostenibles. 

Este artículo se elaboró a partir del benchmarking realizado por Fundación Capital en el marco del proyecto BioFinCas, una iniciativa financiada por la Iniciativa Internacional de Protección del Clima (IKI) del Gobierno Alemán¹⁸.

Notas al pie:

  1. BioFinCas. Fundación Capital (Olarte, M). (2025). Benchmarking De Finanzas Verdes para el Café en México. Documento elaborado en el marco del proyecto BioFinCas, financiado por la Iniciativa Internacional de Protección del Clima (IKI) del Gobierno Alemán.  
  2. PNUD–BIOFIN (2022). Plan Nacional de Financiamiento para la Biodiversidad en México
  3. SHCP–CNBV (2023). Taxonomía Sostenible de México
  4. CNBV (2020). Estrategia Nacional de Finanzas Sostenibles
  5. INECC (2022). Estudio de política fiscal y ambiental en México
  6. Gobierno de Chiapas (2019). Plan Estatal de Desarrollo 2019–2024
  7. Congreso del Estado de Chiapas (2020). Reforma a Ley de Hacienda Pública Estatal. 
  8. HeribertoAguilar.org (2025). Programa Cosechando Soberanía
  9. FIRA (2023). Informe sobre financiamiento agrícola en Chiapas
  10. Tzeltal-Tzotzil (2023). Sistema Participativo de Garantía – Chiapas
  11. FIRA (2023). Programa FONAGA y garantías para productores sociales
  12. Verqor (2024). Modelo de crédito en especie y resultados
  13. Root Capital (2022). Impact Report: Latin America Portfolio
  14. FMCN (2022). Reporte de inversiones en agroforestería
  15. GIZ México (2023). Opciones para créditos de biodiversidad
  16. CONAFOR (2021). Evaluación del programa de PSA 2010–2020
  17. Instituto de Recursos Mundiales (WRI México) (2024). Tokenización de servicios ecosistémicos
  18. FIRA (2023). Estadísticas de acceso al crédito agrícola en Chiapas

Como parte de la 88ª Convención Bancaria de la Asociación de Bancos de México (ABM), se llevó a cabo la firma de la actualización del Protocolo de Sostenibilidad de la Banca, un hito para la integración estructural de criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en el sistema financiero mexicano y una herramienta clave que refuerza el compromiso del sector financiero con el desarrollo sostenible de México.  

Esta iniciativa contó con el respaldo técnico de la Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH (Cooperación Técnica Alemana) a través del proyecto IKI Alianza Mexicana-Alemana de Cambio Climático IV y del proyecto Financiamiento para la Acción Climática en México (FINACC). 

Con la actualización del protocolo se van a incorporar criterios ASG (ambientales, sociales y de gobernanza), alineándolo con los marcos, estándares e iniciativas nacionales e internacionales más relevantes, y facilitando su socialización con actores clave del sistema financiero mexicano. 

Las adecuaciones llegan en un momento estratégico, en un contexto de una creciente demanda por parte de inversionistas, reguladores y la sociedad por prácticas sostenibles. El Protocolo permitirá a la banca mexicana impulsar proyectos de desarrollo sustentable, mitigar riesgos climáticos y ambientales, promover la inclusión social y la igualdad de género, reforzar su competitividad a nivel internacional y acelerar la transición hacia una economía más verde, resiliente e incluyente. 

En el evento, Lorena Gudiño Valdez, coordinadora del proyecto Alianza Mexicana-Alemana de Cambio Climático IV, reconoció el esfuerzo colectivo detrás de la actualización del Protocolo y el compromiso de la ABM por incorporar prácticas alineadas con los más altos estándares internacionales. Destacó que esta herramienta ofrece una ruta clara para fortalecer el rol de la banca como agente de transformación hacia un modelo económico más resiliente, incluyente y sostenible. 

Para nosotros ha sido un privilegio apoyar en la actualización del Protocolo. Vemos en él una hoja de ruta clara para que la banca incorpore lineamientos y buenas prácticas que impulsen las finanzas e inversiones sostenibles tomando como referencia buenas prácticas y tendencias locales e internacionales que posicionen al gremio como un catalizador hacia un modelo económico más inclusivo y responsable”, afirmó Gudiño. 

El protocolo actualizado incorpora elementos clave como el impulso a proyectos alineados con la Taxonomía Sostenible de México, el fortalecimiento de la cultura inclusiva con enfoque de igualdad de género, y la promoción de los Derechos Humanos dentro del sector financiero. 

La ABM reportó que el 96% de los activos bancarios ya cuentan con un área específica de sostenibilidad; el 92% evalúa riesgos ambientales y sociales en sus procesos de crédito, y el 88% ha integrado estrategias ASG. 

Además, se reiteró el avance logrado en colaboración previa entre GIZ, ABM y PNUD para la reconstrucción resiliente de Acapulco, derivando en una guía práctica con criterios de adaptación climática aplicables a destinos turísticos vulnerables.  

Gudiño Valdez aprovechó el espacio para destacar que hace un año estuvimos en la convención bancaria firmando la colaboración con PNUD y ABM para la reconstrucción más resiliente de Acapulco. Hoy en día, se cuenta con una Guía de reconstrucción que incluye criterios de adaptación a la infraestructura y adaptación basada en ecosistema la cual busca contribuir a una mayor resiliencia retomando las lecciones aprendidas del huracán Otis y que se pueden replicar en otros destinos de sol y playa, para así mejorar la capacidad de respuesta del sector bancario frente a desafíos climáticos y ambientales.” 

La GIZ México refrenda así su compromiso con la transformación sostenible del sector financiero, acompañando con asistencia técnica, conocimiento especializado y cooperación multiactor las iniciativas que colocan a la sostenibilidad como eje central del desarrollo. 

La Cooperación Técnica Alemana (GIZ) en México, junto con otros actores relevantes identificaron la oportunidad de coordinar actividades planeadas de una manera sincronizada para asegurar una mayor eficiencia, eficacia e impacto en las acciones de la acción climática y biodiversidad en México 

En este contexto, el pasado 15 de mayo se llevó a cabo un taller para sumar los proyectos financiados por la Iniciativa Internacional para la Protección de Clima (IKI) a este esfuerzo. En el eventoImpulsando sinergias en la región del Bajío”, los proyectos con actividades en esa región (Guanajuato, Querétaro, Michoacán, Jalisco, Nayarit, Colima, Aguascalientes, San Luis Potosí y Zacatecas) participaron con el objetivo de identificar aquellas actividades que puedan formar parte de una estrategia conjunta de colaboración.  

En la inauguración del taller, Mona vom Endt y Emiliano Reyes, asesores técnicos de la Alianza Climática de la GIZ, explicaron que la función de la Interfaz IKI es por un lado facilitar el diálogo político en temas de clima y biodiversidad entre México y Alemania y por otro lado fomentar el intercambio entre los proyectos IKI en México. Para fortalecer la implementación de los proyectos y mejorar el intercambio, se creó una Comunidad de Práctica IKI México, cual en esta ocasión sirvió como plataforma para el taller de sinergias en el Bajío.   

Mona vom Endt, asesora técnica en Alianza Climática, dando palabras de bienvenida en el Taller IKI. Créditos: GIZ México. 

Posteriormente, Sofía Elizalde, coordinadora del grupo temático de Economía Verde del Clúster Clima de la GIZ México, y Alejandro Callejas, director del proyecto Recuperación Verde de la misma institución, presentaron la estrategia de una solución integrada en el Bajío la cual tiene por objetivo lograr una coordinación entre diversos actores que actúan en dicho territorio para evitar duplicar esfuerzos e incrementar el impacto atendiendo las necesidades de la región.  

Como primer paso de este esfuerzo conjunto se buscó desarrollar un mapeo de actividades de cooperación en el Bajío, así como identificar posibles sinergias entre los proyectos presentes que permitan a su vez la sostenibilidad de las acciones de los programas.

Los temas prioritarios en esta estrategia son:  

 

  • Finanzas Verdes: Sistema y vehículos financieros, apoyo a proyectos verdes, enfoque en biodiversidad y PyMEs.  

 

  • Clima y Biodiversidad: Diseño de impuestos al carbono, bancos de restauración, bonos temáticos, créditos de carbono certificados, compras gubernamentales.  

 

  • Major groups: Juventudes, Mujeres, comunidades Indígenas 

 

  • Marco Habilitador: Marcos jurídicos, apoyo técnico para creación-modificación, fortalecimiento de capacidades.  

Taller IKI: Impulsando Sinergias en la región del Bajío. Créditos: GIZ México.

Durante este espacio se contó con la participación de diversos proyectos cuyas temáticas estuvieron fuertemente centradas en la innovación de prácticas agrícolas, la digitalización de procesos para la implementación de soluciones urbanas sostenibles con un enfoque comunitario, así como la creación y fortalecimiento de redes de innovación territorial. Como resultado, los programas lograron crear sinergias dentro del marco IKI a través del intercambio de insumos técnicos y la colaboración futura conjunta.  

Este evento se llevó a cabo en el marco de la Comunidad de Práctica IKI (CoP-IKI), coordinada por la Interfaz IKI México, parte del proyecto Alianza Mexicana de Cambio Climático fase IV, financiado por la IKI e implementado por la Cooperación Técnica Alemana (GIZ).  

Participantes en el Taller IKI: Impulsando Sinergias en la región del Bajío. Créditos: GIZ México.