David Barbosa Arias, es un agricultor y ganadero que habita en el ejido Labor Vieja, ubicado a las faldas de una de las Sierras de Chapala, un macizo montañoso clave para asegurar la recarga de agua del lago más grande de México: el Lago Chapala. Tanto el lago como los bosques que lo rodean son fuente de servicios ambientales muy valiosos: agua para consumo humano e irrigación; pesca y regulación climática, por mencionar sólo algunos que benefician en su conjunto a más de cuatro millones de personas.

Él, como miles de productores de la región, utilizó durante décadas paquetes tecnológicos para sus cultivos de maíz y sorgo, así como para atender a su ganado. Sin embargo, poco a poco se convenció de que algo estaba mal: los suelos perdían fertilidad y retenían cada vez menos agua, la presencia de plagas era más frecuente y el costo de fertilizantes, pesticidas y alimento para sus animales, cada vez mayor. Además, los casos de intoxicación por contacto con pesticidas en su pueblo y otros vecinos eran más y más frecuentes. A consecuencia de ello, David buscó opciones que le permitieran mejorar su producción ganadera y agrícola sin los efectos negativos que cada vez eran más evidentes.

Hace seis años David comenzó a elaborar sus propios insumos y hace tres, conoció al equipo del Instituto Corazón de la Tierra y se integró a una Escuela de Campo de Agricultores (ECA), basada en el modelo creado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). 

“Yo me dedico a la producción agrícola y ganadera sustentable y comencé a trabajar de esta manera porque vi el cambio en mis propias parcelas. Como yo aprendí a elaborar mis propios biofertilizantes, sé qué le doy de comer a mis animales (vacas, cabras, borregos, patos, gallinas y conejos) y cómo nutro lo que siembro que básicamente es maíz, sorgo y garbanzo. Nosotros los productores del campo principalmente buscamos tener un beneficio económico para nuestras familias y esa es la razón de cómo inicié.”

Sin embargo, comenta David, con el paso del tiempo también identificó los beneficios ambientales: “Ahora tengo claro que esta forma de producir es mejor, es más limpia porque todo se elabora a base de insumos naturales. Entonces tenemos dos grandes beneficios, ya que estamos cuidando el medio ambiente por no usar tantos químicos y cuidamos nuestro bolsillo. Yo calculo que he tenido una reducción de casi 50% en los costos de la alimentación de mis animales y una reducción considerable en el costo de los fertilizantes y controladores de plagas”.

  

David Barbosa Arias, productor de las Sierras de Chapala y coordinador de la escuela de campo de la Labor Vieja, imparte curso para enseñar a elaborar el biofertilizante “Supermagro”. Créditos: Archivo Instituto Corazón de la Tierra. 

Cabe señalar que la agricultura química en México, incluyendo los alrededores de las Sierras de Chapala, utiliza fuertes cantidades de fertilizantes sintéticos y agrotóxicos, de los cuales una proporción importante no es absorbida por los cultivos y por el arrastre de la lluvia acaba en el Lago Chapala. Estos agroquímicos aumentan de manera dramática los nutrientes en el agua y provocan la proliferación de malezas acuáticas y cianobacterias, mientras que los pesticidas contaminan los cuerpos de agua (arroyos, ríos y el propio lago), degradan los suelos con el paso de los años, y afectan la salud de los productores y eventualmente de consumidores. Además, tienen un efecto extremadamente negativo en el Lago Chapala pues son altamente tóxicos para el plancton (la base de la vida del lago), así como para peces y más de 300 especies de aves acuáticas y terrestres. 

A la pregunta de ¿por qué crees que a otros productores de la región les cueste trabajo migrar a este tipo de producción que es más limpia?, David explica: “Algunas personas se están interesando y están cambiando, pero la mayoría piensa que esto que hacemos no funciona porque todo lo hacemos a base de insumos naturales como estiércol de vaca, hojas de los árboles, leche y cal. Algunos han visto cómo me ha ido a mí y se dan cuenta que sí funciona. Yo les invito, sobre todo, a que ellos aprendan a elaborarlos”. 

“Con el Instituto Corazón de la Tierra yo me integré a una ECA. Las personas que quieren saber más de estos temas pueden ir, allí se les enseña cómo nutrir de manera natural sus cultivos y alimentar mejor a sus animales. Solo así podrán darse cuenta que los gastos son mínimos y los resultados muy buenos”, comenta David Barbosa quien ya coordina la ECA de Labor Vieja.

Actualmente, el Instituto Corazón de la Tierra (ICT) trabaja con 295 productores agrupados en ocho escuelas de campo. A los integrantes se les brinda capacitación y asesoría técnica, así como equipamiento. Se reúnen de forma periódica para intercambiar experiencias y compartir sus saberes. Aprenden a elaborar sus propios insumos ganaderos y agrícolas libres de químicos nocivos mediante materiales locales, de bajo costo y fácil acceso.

Una prioridad del ICT como socio en México del Proyecto Living Lakes Climate and Biodiversity (LLBCP-IKI) es mejorar las prácticas productivas alrededor del Lago Chapala, para reducir su impacto ambiental, incrementar los beneficios para los productores, y favorecer la salud del Lago Chapala y su cuenca. Todo ello trabajando de la mano de productoras y productores, que aportan sus conocimientos y habilidades al proceso.

¡Queremos un lago sano en una cuenca sana!

David Barbosa Arias y Luis Chicas, Técnico del ICT, afuera de la escuela de campo de Labor Vieja, Ocotlán, Jalisco. Créditos: Archivo Instituto Corazón de la Tierra. 

Poster sobre la forma de elaboración y beneficios del biofertilizante “Supermagro”. Créditos: Archivo Instituto Corazón de la Tierra.

 

Conoce más sobre el trabajo en el Lago de Chapala aquí.

Para saber más sobre el trabajo del Instituto Corazón de la Tierra: https://corazondelatierra.org/

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